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sábado, 3 de diciembre de 2011

Señales extraterrestres

En 1977 se recibió una señal procedente de la constelación de Sagitario que aún hoy es un misterio.

Desde el descubrimiento de las ondas de radio son varios los mensajes recibidos atribuidos a civilizaciones de otros planetas.





Las ondas de radio son, según muchos defensores de la vida alienígena, el vehículo perfecto para lograr el contacto con mundos extraterrestres. Y lo habrían sido ya prácticamente desde su descubrimiento en las postrimerías del siglo XIX. Así lo creyeron dos de los principales impulsores de las transmisiones radiofónicas, considerados, además, dos los mayores genios que ha dado la humanidad a lo largo de su historia. El primero de ellos fue Nikola Tesla, en 1900. "La sensación está creciendo constantemente en mí, de que yo he sido el primero en escuchar los saludos de un planeta al otro. Un propósito estaba detrás de estas señales eléctricas", plasmó en su diario el inventor, entre muchas otras cosas, de la corriente alterna. Incluso señaló a Venus y Marte como fuentes de origen más probables. Su principal biógrafo, Marc Seifer, sostiene que fue a su rival Guillermo Marconi a quien en realidad escuchó Tesla, quien por aquel entonces también ultimaba la transmisión por radio de la voz humana. Se da la circunstancia de que el italiano también aseguró haber sido testigo de comunicaciones extrañas. Intrigado por los continuos sonidos de fondo que registraban sus transmisiones, llegó a la conclusión de que se trataba sin duda de ondas enviadas desde Marte, tal y como expuso en sus páginas 'The New York Times'.
Hasta el momento la señal que mayor expectación ha levantado en torno su posible origen extraterrestre se captó el 15 de agosto de 1977 a las 23.16 horas. Una de las primitivas computadoras conectadas al radiotelescopio estadounidense 'Big Ear' (Gran Oído) registró durante 72 segundos una alteración en la intensidad del ruido 30 veces superior a lo normal procedente de algún lugar de la constelación de Sagitario.
Unos días después, el astrónomo y profesor de la Universidad Estatal de Ohio, Jerry Ehman, descubrió la anomalía en una revisión rutinaria. Junto a los valores alfanuméricos 6-E-Q-U-J-5 que figuraban en el papel impreso que sujetaba entre sus manos escribió lo primero que se le pasó por la mente: "Wow!", nombre con el que ha pasado a la historia esta extraña señal que aún hoy continúa siendo un misterio.
La 'señal Wow' supone para muchos el único éxito en el continuo empeño del ser humano por detectar vida inteligente de otros planetas por medio de ondas de radio. Pero los intentos de los meses posteriores por obtener nuevas evidencias procedentes de Sagitario se saldaron en un rotundo fracaso, y aún hoy se sigue investigando qué o quiénes provocaron semejante alteración en la recolección de los datos.
Existen varias explicaciones que intentan desmontar cualquier tipo de intervención extraterrestre en esta señal. La primera de ellas apunta a un satélite artificial, aunque estos nunca operan en la misma banda en la que lo hizo entonces el 'Big Ear'. Otros escépticos apuntan a un posible fallo en el funcionamiento del radiotelescopio que, en cualquier caso y al igual que la señal, nunca se volvió a repetir. Por último, se achaca a la posible explosión de un astro, aunque en ese caso debería haber sido detectada en otras frecuencias diferentes.





Cuando Jerry Ehman descubrió la 'señal Wow' trabajaba como voluntario en el Seti (Search for ExtraTerrestrial Intelligence). Este organismo no gubernamental busca desde 1960 la confirmación de la vida extraterrestre, bien a través de señales electromagnéticas capturadas en su red de radiotelescopios situados en varios puntos del globo o mediante el envío de las mismas a posibles civilizaciones alienígenas. Hasta el momento, la misteriosa ‘señal Wow’ ha sido la única captada por el Seti. En lo que respecta a darnos a conocer a otras civilizaciones, desde la invención de la radio y la televisión son millones las transmisiones que se han vertido al espacio aunque para ser captadas a millones de años luz se necesitarían antenas de tamaño colosal una tecnología desconocida en la Tierra. Y de darse esta condición podría llegar a darse el desagradable caso, apuntado por Carl Sagan en 'Contact', de que los habitantes de otros mundos fueran capaces de captar alguno de los discursos de Hitler a sus enfurecidas masas.
El primer intento para enviar pruebas de nuestra existencia a través de las ondas fue el 'mensaje de Arecibo', lanzado en 1974 hacia la constelación Hércules. Entre otras informaciones, contiene quienes somos, un dibujo del cuerpo humano, la composición del ADN, el sistema numérico o un mapa del Sistema Solar. Tardará 25.000 años en llegar a su destino y, de ser recibida por algún ser, otros 25.000 más en regresar con la respuesta.
En 2003 una iniciativa mandó miles de mensajes de particulares desde el radiotelescopio ucraniano de Evpatoriya. Previo pago de 25 dólares, se enviaron peticiones del tipo de "por favor llame con 24 horas de anticipación de modo tal que podamos hacer de su visita algo inolvidable" o "por favor manden dinero. Cualquier tipo de dinero. El dinero universal está bien. La moneda corriente extraterrestre también está bien. Lo que sea... meteoritos, oro, rocas de la luna, chatarra espacial. Enviar a Maura, planeta Tierra". Pese al cariz en parte cómico y en parte económico de la iniciativa, también se incluyeron datos científicos. Además, se dirigió hacia cinco estrellas similares al Sol situadas a una distancia más cercana que la escogida en Arecibo.
2008 fue prolífico en cuanto a envíos. Para celebrar su 50 cumpleaños la NASA lanzó la canción 'Across the Universe' de Los Beatles en dirección a la estrella Polar. Este mismo año, la marca Doritos mandó con destino a la Osa Mayor un anuncio sobre las bondades de su producto.
De toparse algún ser del espacio con uno o varios de los mensajes enviados podría llegar a conclusiones esperpénticas sobre la Tierra y sus moradores. Como, por ejemplo, que la raza humana, que solo se alimenta de Doritos, está gobernada por un personajillo chillón de nombre Adolf Hitler al que le vuelve loco la música de Los Beatles.

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